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El tiempo

Dos años, cuatro meses y quince días. Deben de ser muchas las cosas que han pasado durante éstos ochocientos sesenta y siete días. Pero aún deben de ser muchas más la que no han pasado.

 

Dos años, cuatro meses y quince días sin venir aquí. Ochocientos sesenta y siete días sin ocurrírseme entrar, poner la contraseña y comenzar a escribir.

 

Tal vez no ha pasado el tiempo. Tal vez fue anoche cuando la puta vio cumplida su fantasía. O cuando Lolita me dejaba escribir sobre su espalda. Quizá este fin de semana es cuando pasé por el pub donde trabaja MJ, y una vez más, la llevé donde siempre para que sintiera mis manos sobre ella. Es posible que fuera este domingo cuando la saqué a pasear y cenar, y esta misma mañana le he pedido que se vista para mí. Debería chequear el correo… Seguramente ya me haya mandado la foto.

 

Tal vez no exista el tiempo. Tal vez vivamos en un eterno círculo. Tal vez lo onírico y lo real son sinónimos del mismo concepto.

 

O tal vez es su poder. Volver a conectar un msn y percibir el poder.

La puta

La puta

Ayer estuve fuera. Cosas del trabajo. Una operación de varios millones (aún calculo el valor de las cosas en pesetas) me obligó a ello. Es curioso como suelen acabar las cenas de negocios... en un burdel. Hay hombres que no se saben tomar esa última copa en otro lugar.
Antes de contarle nada quiero que sepa que no soy ningún puritano. No me parece mal follar con una mujer por dinero. Al fin y al cabo, si somos capaces de vender nuestra alma, nuestro tiempo por dinero, no hay razón para no entender que vendamos nuestro cuerpo.
Si le digo que no me gusta ir a esos lugares le mentiría. Me encanta. Los observo a ellos y a ellas. Y me maravilla lo buenas comerciales que son algunas de ellas con su producto y lo cretinos que son algunos de los clientes.
A mí, personalmente, no me va. Ya le dije que no es por cuestiones de moral. Simplemente me cuesta sentir placer si no soy capaz de darlo. Y eso me bloquea. No hace falta que le diga que le hablo con conocimiento de causa.

Ella se me acercó por detrás. Rodeó mi cintura con sus brazos dejando caer sus manos sobre mi vientre y me dijo al oído “ Hola amor. Eres un chico muy guapo. Yo te gustaré”. Sonreí... era la cuarta vez que escuchaba algo parecido desde que entramos al local. Me giré y la vi. Era una niña hermosa, tremendamente hermosa.

–¿Cómo te llamas?
–Paula. ¿Y tú?
–Carlos.

Empezó a acariciarme y me abrazó levemente, mientras que le volvía a sonreír

–Paula, yo no voy a subir. Estoy por trabajo. Pero algunos de ellos si que creo que suban.
–Pero me gustas tú. Amor, yo te haré feliz
–No Paula, estas perdiendo clientes...

Me dio un beso en la mejilla y se giró hacia uno de ellos. No me pude contener. No sé la razón... pero la tomé del brazo...

–Paula, ¿Cuánto vale tu tiempo?
–Noventa euros. Te gustaré. Te la chuparé y luego haremos el amor en las posturas que quieras. Y... no se lo digas a nadie... a ti te dejo que me lo hagas por detrás.
–jajajaja... ¿Sabes? Me estás excitando y lo haría contigo, pero hoy estoy cansado. Me refiero a hablar.
–mmmm... lo mismo. A no ser que quieras que hablemos aquí unos veinte minutos. Eso te costará una copa.
–¿Y cuanto vale tu copa?
–Treinta euros.
–Vale. Pero si nos sentamos en aquella mesa, en el rincón. Prefiero pagar esos mil duros que pasarme la noche diciéndoles a las mujeres de este local que no voy a subir.
–¿Y porqué no quieres follar?
–¿Quién dijo que no quiero? Sólo pensar que puedo estar contigo me excita muchísimo. Venga, pide tu copa y nos sentamos.

Me contó la historia que debe haberle contado a muchos hombres que necesitan pagar para que alguien les escuche. Colombiana de veintitrés años y con un hijo de dos en su país. Que en realidad se llamaba Gina (vete a saber) y que ahorraba. Que le encantaba su trabajo y que tenía clientes fijos que la querían. Y cuanto tuviese suficiente dinero dejaría ese trabajo, puesto que lo que más le gustaba era ser camarera en un pub y poderse traer a su hijo.

Y esta fue mi historia de ayer noche. No me pregunte por qué se la cuento. Supongo que, como algunos clientes de Paula, necesito que alguien me escuche. Tenga que pagar o no por ello.

Un saludo.

Me pidió cumplir su fantasía

Me pidió cumplir su fantasía

Fue en el cercado de la doma. A Estrella le habían colocado el cabezal de castigo y atado las cuatro patas a uno de los tablones del límite. Quieta, expectante... Carlos, el mozo, con su desgana habitual, mantenía el cabo como si la cosa no fuera con él; con la mirada perdida hacia las leves lomas de poniente. Ni una palabra tranquilizadora, ni un gesto amable con mi apreciada yegua. Supongo que sería la desmotivación de lo hecho y visto muchas veces. Carlos ni se inmutó a la entrada del semental. -Quieto... Quieto, Azufre... Quieto... Shhh... bonito, quieto...- Relinchos, golpes de cascos sobre la arena, pequeñas cabriolas con sus extremidades delanteras mientras que sus ojos expectantes buscaban la fuente del fuerte olor a sexo. Tirones de cuerda. Estrella intuyendo la proximidad de la bestia, Carlos sin estar. Azufre casi desbocado. Apenas llegué a enterarme cuando ya todo había pasado. Una monta rápida, sin juegos ni contemplaciones. Una eyaculación poderosa, ansiada. Algo únicamente genital.

-Sí, esa es mi fantasía. Ser tratada como una puta.
-¿A qué te refieres?
-A eso. A asumir ese papel. A que me citen en un hotel. A llegar, hacer mi servicio e irme.
-Ya... ¿Lo has hecho alguna vez?
-Jajajajaja... Noooooo... Por eso es mi fantasía.
-Pero... ¿Sabrías hacerlo?
-Claro. Cualquier mujer puede comportarse como una furcia.

Como una puta. Y que yo le valdría. Yo, que sólo he practicado sexo de pago dos veces en mi vida. Yo que no disfruté con ello. Que ambas veces, en el momento de tomarla por la grupa me venía a la mente Estrella. Y lo frío y absurdo de la situación. Una hembra distante, un macho desbocado y una penetración rápida. Sin juegos, miradas, complicidades. Sin todo aquello que hace del sexo un único placer.

-¿Te gustaría que actuara como una puta para ti?
-He ido dos veces. No me ponen.
-¿Porqué?
-No me ponen.
-Esos decís todos. Pero bien que vais y les hacéis cosas que a las otras mujeres no os atrevéis.
-Oye, te tengo que dejar. Quiero descansar un rato. ¿Sales esta noche?
-No creo. Nuria se encuentra mal. Seguramente me quedaré en casa. O me paso por su casa.
-Ok, venga. Ya hablamos. Hasta otra.
-Ciao

Se estaba bien. Para ser principios de diciembre el clima era benigno. El café era excesivamente largo para mi gusto, pero el pensar en ella le quitaba importancia a todo lo demás. Me excitaba la idea. Me recreaba en ella. No pensaba en el polvo, ni tan sólo imaginaba como sería. Lo que de verdad me ponía era la provocación. Su provocación al retarme. Mis dudas de si sabrá lo que le viene encima.
Una mujer. Treinta y pocos. Acabada de separar. Sin apenas experiencia y con ganas de vivirlo todo. Algo fácil, algo común. Pero me preguntaba si sabría tratarla como ella quería, si sabría hacer realidad su fantasía aproximándola totalmente a la realidad. No se trataba de reduccionismos tipo “ven puta, chúpamela”, o “ponte a cuatro patas que te voy a follar”. De ahí mi excitación. De saber ponerme en el papel, de saber ponerla a ella. De saber lo que siente una mujer en un momento así, de vivirlo, sentirlo. Pensaba que, para una profesional, no era más que un puro trámite. Un trabajo. Se pone, lo hace y adiós muy buenas. Que le den a este jodido joputa. No hay placer (o al menos, no lo hay la mayoría de veces). Piensa, mientras que el gilipollas en cuestión la bombea, en como pagar la letra, o donde llevará al crío el domingo, o que ganas tiene de ver a su hombre. O vete a saber qué. Pero ella no buscaba eso. Buscaba la emoción de ser comprada. Buscaba humedecer su sexo pensando que un tipo pagaba por ella. Así que jodidos estábamos. Si de verdad quería vivirlo, iba a ser el peor polvo de su vida. Si de verdad quería sentirlo pensaría que follo fatal y no le di ningún placer. La única opción que me quedaba, si iba a complacerla, era montar una falacia, una burda mentira sobre lo que vive una puta.
¿Porqué no? A mí excitaba la idea, para ella era fantasía. ¿Porqué no hacerlo? Sin pensarlo más le envié un mensaje de móvil –Esta noche. 23:30 h. Hotel NH Ciudad Valencia. Quiero chica nueva de agencia. Servicio completo. Confirmen por llamar a otra agencia- Dejé el móvil sobre la mesa y le di un nuevo sorbo al café, mientras que veía a la gente pasar. Gentes que irían a cualquier lugar, con unas vidas hechas, unas familias, miles de asuntos por resolver. – Confirmamos chica nueva-. Ya estaba echo. Ya no había vuelta atrás.
La habitación no estaba mal. La típica de un HN de cuatro estrellas. Aflojé el nudo de mi corbata, encendí la tele y me dejé caer sobre un sofá azul. Mientras que veía un documental en la dos sobre desiertos del mundo pensaba que tenía ganas de su llegada. De ver su vestuario, su puesta en escena. Su cara...
Suena el móvil, lo miro, me pregunto si contestarle o dejarla así, plantada. Imaginar su frustración, saborear mi desprecio. Suena.

-¿Hola?
-Hola. Estoy aquí. Fuera.
-Pues sube.
-¿Qué habitación es?
-Sabes mi nombre y mi primer apellido. Pregunta en recepción.
-Preferiría que no. Es que... voy vestida para ti.
-Mira, o te plantas en cinco minutos aquí, o te largas. No estoy para juegos.

Y colgué. Y sonreí. Imaginaba sus vergüenzas, preguntando a la recepcionista por la habitación de fulanito. Esta mirándola y tecleando en el ordenador hasta dar con el número. Ella esperando, pareciéndole eternos los segundos. Un caminar hasta los ascensores, sintiéndose observada a sus espaldas. Sintiendo que varios de los hombres que deben de esperar en los sillones del hall la estaban mirando, deseando, pensando para ellos que menuda puta. Y a mí que se me empezaba a poner dura sólo con sentir su proximidad, con idealizar su entrada al hotel.
Golpes en la puerta. Abro – Hola - - Hola -. Y espero así, la miro descaradamente, como valorando. Se había pintado exageradamente. Su larga melena –casi hasta la cintura- y rizada. Un top con los pezones marcados, excitados. Una ajustada falda de tubo hasta casi las rodillas. Medias y zapatos con tacón de aguja. Todo un zorrón. Sigo mirándola, sin invitarla a pasar. Quiero que se sienta insegura, que la duda la invada y que no sepa reaccionar.

-Pasa. ¿Cómo te llamas?
-Sheila
-Hola Sheila. Soy Carlos. ¿Encontraste fácil el hotel?
-Sí, sí. Aparqué un poco lejos. Es difícil aparcar aquí.
-Bien... Supongo que en la agencia te han hablado de mis gustos, ¿No?
-Sí.
-Supongo que la tarifa la habitual.
-Sí, la habitual.
-Bien... Desnúdate, quiero verte antes.

Y me senté en el sofá mirándola fijamente a los ojos. Sabía que se estaría preguntando que cuáles serían mis gustos, que qué pretendería hacer con ella. Empezó a desnudarse, de forma cohibida, sin saber muy bien como hacerlo. Se quitó el top, por la cabeza, y me dejo ver unos senos generosos, grandes y blancos. Los hubiese preferido del mismo tono que el resto de su piel, pero los suyos eran así. Buscó la cremallera de su falda a su espalda. - Espera. Lámete los pezones- Con esas ubres estaba seguro que podría hacerlo. Y lo hizo. Tomo una de ellas por su base con su mano, la levanto llevándola hacia su rostro, bajó su cabeza y empezó a estimularse con su propia lengua. Me excitaba así. Mi erección era evidente y, bajando la cremallera de mi pantalón me saqué la verga. Gruesa y reluciente, con su piel aterciopelada dando todo lo que podía de sí. Dejó de hacerlo y volvió a llevar sus manos a su espalda, y vi ceder la cintura de su falda, que con un lento movimiento la llevó hasta el suelo. Me sonreía mientras que se acercaba... – Cójela con tu mano. Mastúrbame – Tiré mi cabeza hacia atrás mientras que disfrutaba de sus caricias. Me miraba, miraba mi polla, y de repente hizo además de acercar su rostro hacia ella.

-No. No se chupa una polla sin condón. Y sin lavar.
-Perdona.
-Ven. Acompáñame al baño y lávamela.

Me quité la ropa quedándome desnudo. Caminé hacia el baño seguido por ella, y me puse al lado de la bañera. Ella, sin saber qué hacer me miraba. Un tanto extrañada.

-¿No vas a tomar el teléfono de la bañera y lavarme la polla?
-Sí, perdona.

Una vez acabado, y dejándome que ella misma me secara me tumbé en la cama. Mirándola y esperando su movimiento. Se sienta al lado, con ojos suplicantes de ahora qué.

-Quiero que me la chupes.
-¿Y el condón?
-Pues vas a ser la primera puta que no venga con los suyos...
-Perdona, es que con las prisas...
-Vale. Encima de la mesa auxiliar están los míos. Pero no sé si te gustarán.

Se levantó y la vi caminar hacia allí. Tenía unas ancas poderosas, de hembra bien bragada. Tenía un culo delicioso para hacer con él lo que uno quisiera, para disfrutar hasta el límite. Vuelve y se vuelve a sentar con un preservativo en la mano. Y me mira. Y la miro. Duda entre si dármelo o no, pero entiende por mi mirada que debe de encargarse ella. Lo abre y se dispone a ponérmelo... - No morena. Con la boca. Eso se pone con la boca mientras que te la comes -. Estaba disfrutando. Veía que no tenía ni la menor idea de cómo hacerlo, de cómo colocarlo así. Lo intentaba de una forma, de otra. Puse mis manos sobre la almohada, detrás de mi cabeza dispuesto a disfrutar de verla así. Al final, tras varios intentos logra ponérselo bien en la boca y se acerca a mi polla. Yo, utilizo condones XL por el grosor de mi verga. Y para ella había comprado condones normales. Sabía que, sin las manos, no iba a poder ponérmelo. Tras varios intentos me mira de forma suplicante, intentando preguntarme qué hacer. – Vale. Ayúdate de las manos - . Empezó a comerme mientras que con su mano derecha me masturbaba. Ni la toqué. Sólo una vez puse mis manos en sus pechos que bailaban al ritmo de su trabajo. Chocaban entre sí como dos masas inertes colgadas desde arriba. Cuando sentí que llegaba al climax, de un suave movimiento le quité el rostro sentándome sobre la cama. – Túmbate de costado – Me arrodillo detrás de ella y encaro mi polla entre sus nalgas empezando a rozarla en su ano. – ¿Vas a darme por culo? Nunca lo he hecho, no sé si me gusta – Su voz era angustiada. – Dijiste que la agencia te comentó mis gustos. Mi mujer no se deja. – Y de, una rápida acometida metí la cabeza dentro de ella. Un pequeño grito. Un cogerse de forma impulsiva de las sábanas y un gesto de dolor. Empecé a moverme así, dentro de ella, sólo el capullo... Y ella sintiendo el primer dolor, sin disfrutar en este principio. Penetro cada vez más profundo a la vez que voy sintiendo que mengua su resistencia, hasta que llego hasta mi base. Y la follo. Por su actitud deduzco que el dolor le va menguando, que su culo se va dilatando y que se relaja. Y mi bombeo se vuelve más rítmico, buscando únicamente mi placer sin importarme ella. Buscando mi orgasmo como lo hizo Azufre. Ella no es más que una yegua que nada me importa. Que seguramente nunca volveré a ver. Ella está allí para que yo disfrute, para consumar un hecho repetido cientos de veces. Y el sentirme como Azufre, como un semental, me pone. Cada vez más rápido. Sus gemidos de dolor se van transformando en gemidos de placer, en palabras susurradas. Y me corro mientras que con una mano apreso fuertemente su costado y con la otra le pellizco un pezón. Y ella se corre.

-No ha estado mal. Oye, siento que no te invite a que te duches. Sólo hay dos toallas y las voy a utilizar ambas.
-¿No quieres que me quede esta noche?
-Nunca me lo han propuesto... pero no, gracias. Tengo que descansar.
-Yo pensaba...
-Bueno, no te preocupes. Anda, vístete.

Lo hizo. En su rostro se veía la batalla librada. Toda ella olía a mí, y ello, imaginar que hasta llegar a casa mi ser estuviese impregnado en ella me excitaba. Y que al pasar otra vez por el hall, apenas una hora de su llegada, confirmaría todas las sospechas, quedando claro que ella era una puta. – Ten, tu dinero - - ¿Me vas a pagar? - - Joder, a ver si en lugar de una puta me he follado una ONG –
Y salió de la habitación sin que yo le dignara ni una mirada de complicidad. Me duché, me acosté pensándola mientras que llegaba a la conclusión de que, de las tres veces que había ido de putas, esta era la primera en que disfrutaba. Y que no estaría mal follar con esta tía en plan amantes, no cliente – profesional.
Al día siguiente tenía un mensaje en mi móvil. Era ella, Simplemente decía Quiero más.

Lolita

Lolita

Son sólo las tres. Aún tenemos cuatro horas hasta que el mundo despierte. Aún nos quedan cuatro horas para vivir.

Carlos pensaba esto mientras que la observaba. Gracias al leve trasluz de la ventana podía ver parte de su desnuda espalda. Podía ver su larga melena, negra, rojiza, lisa como fibras, cae sobre ella. Podía intuir su cara, apoyada suavemente sobre el almohadón. Esa cara expresiva, sonriente, que durante toda la noche le había hecho sentir joven, potente, alguien nuevo. Le gustaba verla así. Le gustaba imaginar el resto de su cuerpo cubierto por el edredón nórdico.

Sus piernas... Aún no las he visto desnudas. Deben de ser hermosas, toda ella es hermosa para mí. Su espalda... Necesito escribir, expresarme, decirle todo aquello que siento, todo aquello que hace mucho que no digo. Quisiera grabar sobre su piel mis pensamientos, mis inquietudes. Grabado de forma etérea pero eterna; algo que penetre, que este siempre dentro de ella.

Era una herejía, una blasfemia romper el momento. No se atrevía, puro miedo. Suavemente, casi sin quererlo llevó su dedo índice sobre la espalda, allí donde los ríos que forman las costillas se funden en un valle interior. Temeroso de perderse cualquier sensación lo fue subiendo hasta la nuca; lentamente, casi sin rozar, casi sin ser. El límite le empujó hacia abajo, por ese camino que quisiera mil veces recorrer, saborear...

-¿Qué haces?
-Quiero escribirte
-mmm... ¿Qué me vas a poner?
-No sé...

Hizo algo parecido a un círculo. Esto le animó, a continuar con su juego. Símbolos extraños y nuevos para él. No sabía lo que escribía, ni siquiera si estaba escribiendo. Su mente era mucho más rápida que su cuerpo, que sus manos...

-Háblame, dime lo que escribes
-No puedo... no sé que pongo... Creo que he descubierto el origen de la escritura...

Lolita sonrío y le dejó hacer. Estaba cómoda con aquel juego tan sutil.

Cada letra, cada palabra escrita desaparecía tras acabar su trazo... Él sonreía, le hacía gracia... Posó sus labios sobre ella y la besó. Pequeños besos circulares sobre un pequeño espacio de piel.

-¿Y ahora qué haces?
-Borro, borro lo que he escrito. Borro para escribirlo más veces. Borro por el placer de borrar.

Quiero besarla entera. Borrar de su piel todo el pasado, dejarla limpia, nueva... Con mi frente le bajo el edredón, suavemente, mientras que continuo eliminado viejas historias. Le beso los glúteos, se los huelo... bajo por sus piernas, sus pantorrillas, sus tobillos sus pies. Me encantan sus pies, los beso. Noto un ligero estremecimiento, casi un susurro y eso me excita. Siento que voy a perder el control, que necesito más... Le tomo los pies con las manos y se los miro... le beso los dedos, se los succiono, se los lamo...
Lolita se gira, e intuyo una sonrisa

-Tonto
-Por ti
-Ven
-Ya estoy...
-Aquí, ven a mí

-Cualquier cosa por complacerte-, decían sus ojos. Carlos empezó a ascender por sus piernas. Su erección era ya patente y la arrastraba sobre las cálidas sabanas, rozándola a veces, queriéndole decir aquí estoy. Con la nariz le acarició el vientre de abajo arriba. Paso rápido por sus pechos y puso su cara frente a la de ella.

-Me gusta lo que me haces
-Me gusta hacértelo
-¿Siempre eres así?
-No, hoy soy yo
-jajaja... voluble
-Pero hoy sé lo que quiero –le dediqué una sonrisa deliciosa-. Quiero besarte.

Me acerqué. Sentí el calor de su aliento sobre mí y la besé, suave, gentilmente, con un deseo contenido. Sus labios, llenos y flexibles, reposaron sobre los míos durante un largo momento. Luego me puso la mano en el cuello, bajo el pelo, y atrajo mi rostro hacia el suyo. Me acariciaba la cabeza, intentaba perder sus dedos entre mi largo cabello. Su lengua se encontró con la mía y jugó dentro de mi boca hasta que el beso inocente fue tan ardoroso como el fuego de nuestro interior. La besaba, nos explorábamos, como si fuera algo nuevo, algo nunca hecho. Posé mi mano sobre su aterciopelado cuerpo. Era suave. Sus pechos, redondos y pequeños eran nuevos para mí. Empecé a trazar grandes círculos, como intentado delimitarlos, para ir cerrando, para ir haciendo el movimiento más pequeño, para llegar hasta su pezón. Jugué con él, se lo tomaba, lo pellizcaba, lo frotaba de arriba abajo, de una lado a otro. La boca de Lolita se hacía más activa, me mordía los labios mientras que con la lengua me los acariciaba.
Mi boca ya no se conformaba con sus besos, y busqué los labios de su otra boca. Sus miembros parecían no pesar nada cuando, con la cabeza echada hacia atrás y la espalda arqueada, me dio la bienvenida. Le rocé suavemente la vulva temblorosa, húmeda. Mi pene, allá abajo, era un imposible de excitación. Lentamente, sin prisas, me hundí entre sus pliegues, en su sexo receptor. Mi lengua se deslizó por el suave pasillo, y le rodeé el clítoris, mientras que mis manos se posaban sobre la base de su cuello. Me miraba y no parecía verme. Bajé mis manos hasta sus pechos y los apresé, los hice míos para siempre. Mi lengua era ya parte de ella; probaba, tentaba, sondeaba, lamía, chupaba toda su pasión.
Empezamos a perder el ritmo de los jadeos, a ser entrecortados, irregulares. Noté que su cuerpo se puso rígido, tenso y empecé a acelerar. Pero cambié, levantando el rostro

-Dímelo, dímelo chica lista. Dime hasta dónde quieres que llegue.

No esperé respuesta y me volví a hundir dentro de ella. Le chupé el clítoris, no sé cómo, pero al ritmo de sus oleadas, y se corrió, se corrió, se corrió, una y otra vez, con toda su fuerza, la tensión y la energía que ya no podía utilizar para otra cosa que no fuera correrse. Había perdido el control. Con sus manos apretaba una y otra vez la almohada. Me separé levemente y le observé el sexo.
Trepé por ella hasta que mi miembro encontró la herida abierta, que me llamaba, que me esperaba. Lolita, intuyéndome, se arqueó hasta límites insospechados, ofreciéndose a mi furia. Embestí, una vez, otra, jadeaba, sufría por no sufrir. Y perdí ya el control. Ignoro lo que ocurrió de ahí en adelante. Ignoro los movimientos, las pasiones, los susurros, los jadeos... Pero sé que la llené, y que ella me llenó a mí.

Vístete para mí

Vístete para mí

Ponte lo que has comprado. Vístete para mí. Hazte una foto y mándamela.

El blog

El blog

Hoy, al abrir este blog, sé lo que quiero. Quiero una puta. Ya las he tenido en otros tiempos y circunstancias. Quiero una mujer que esté dispuesta a satisfacer mis caprichos sexuales; que me haga disfrutar y que disfrute a su vez con ello. Así de sencillo. Así de fácil. Si además sabe comportarse en los entornos y es sumamente inteligente, hará que me sienta enteramente realizado y orgulloso de ella.

La vida me ha tratado bien. En realidad soy un gran privilegiado. Un verbo fácil, un físico que no produce rechazo y un buen conocimiento de la naturaleza humana me han dado muchas cosas. Más de las que en realidad he necesitado. O tal vez poco necesito, que también es verdad. Pero, ahora, pienso, que quizá, en lo más hondo, no encontraba lo que buscaba.

BDSM. Introducción

BDSM. Introducción

A través de una serie de posts voy a intentar aclarar qué es y qué significa la BDSM para mí. No me mueve una intención aleccionadora o educadora. Ni sentar cátedra, convenceros a cualquier otra razón que no sea decir lo que pienso. Sin más. Por expresarme y explicarme. Ni poseo las capacidades ni las intenciones para decirle a nadie qué debe o debería hacer. En realidad, lo que aquí expondré es una forma de vivir. Mi propia experiencia y circunstancias. Quienes de verdad quieran conocer este mundo, supongo que podrán encontrar sitios más adecuados que este.

La BDSM es una conducta humana más. Una opción de vida y de ser. Como tal, como opción, en realidad pueden haber tantos tipos de conducta como individuos haya. Con ello intento aclarar que no podemos clasificar claramente y de forma simplista a quienes así viven. Es cierto que existen unos patrones comunes, digamos nos factores mínimos que se dan en todos los individuos que los caracteriza. A partir de ahí, podemos generar grupos y subgrupos con ciertas peculiaridades. Esto, en realidad, es general en todas las circunstancias que rodean a los seres humanos. Valga como ejemplo el decir que el hombre es un ser político. Dentro de ello valdría clasificarlos, una forma más como otra cualquiera, en derechas, centro e izquierdas. Y en cada una de estas divisiones encontramos otras menores –liberales, socialdemócratas, monárquicos... o cualquiera otra-, hasta llegar al individuo, que tendría peculiaridades propias y diferenciales al resto de individuos.

Siguiendo esta forma de pensar, es una necedad clasificar la BDSM como un mundo dividido entre personas que asumen el rol del puto Amo, la perra sumisa, o ambos. Esta simplificación ha llevado a que, gracias a la posibilidad de comunicación y movimiento de información que nos frece internet, tengamos tantos/as pseudoamos/as y falsos/as sumisos/as.

Lo que acabo de expresar merece una matización. Como una de mis máximas es el respeto a la libertad humana y de opción de elección del individuo, me obligo y entiendo que debo de respetar y aceptar a aquellos/as que he denominado “pseudo”. Su elección ha sido la que ellos/as han escogido, y como tal admito. Pero desde luego no es la mía. Mi mundo no se reduce al simplismo de la estética de la las conductas.

En los escritos que seguirán a este, intentaré daros mi punto de vista, que en realidad es deciros cómo soy, qué busco y quiero y qué rechazo o a que conceptos no juego. Así pues, entre otras cosas, trataré de definirme – de alguna manera y si puedo-. Os contaré qué quiero y qué busco. Os hablaré como entiendo la sumisión y la Dominación. Todas esas cosas respecto a este mundo que deseo y necesito decir y que tal vez alguien quiera escuchar.

Cordiales saludos

Dudas

Dudas

Querida Ninfa, esos pensamientos tan obtusos tuyos nos desmerecen. A ti por tenerlos y a mí por no estar adiestrándote correctamente. Sé que la distancia y esta época extraña de desencuentros que estamos viviendo llevan a la desazón, al desasosiego y a la pesadumbre. Pero tú también debes de saber que una de las primeras demandas a una sumisa es la virtuosidad. Y la mayor de las virtudes es la paciencia. Debes de saber esperar. Y nunca perder la esperanza. La demora en mis respuestas depende de mi voluntad y mis circunstancias. Yo decido siempre, ninfa. Y en nada estoy obligado a explicarme.

Una vez dicho, y esperando que tengas claro estos conceptos, sigo deseando acunar tus sueños y guardar tus fantasías, como una vez me pediste. Espero que seas merecedora de ello, ninfa. No hay día que pase que no piense en mi niña y en cómo estará. Mi respeto es mayor que mi ansia, y guardo las distancias que intuí que necesitabas.

Acabo de leer tu blog. Me pides consejo y opinión en algunos de los post. Lo intentaré, aunque no sé si el ánimo me dará para ponerlo todo en este escrito. De no ser así, hay más días y preguntas. Y peticiones.

He visto que has conocido –virtualmente- a alguien. Diría que es una zorrita joven por la forma de expresarse, los pensamientos que plasma y el comentario sobre tu cuerpo. Sólo alguien joven o no maduro valoraría de esa forma tu exterior sin mencionar que lo más atrayente está bajo esa cabellera rubia.

Bien, empecemos…

En tu post “Dudas” hablas de lo que ya sabía. Tu relación con él. ¿Qué decir? Haré algo… algo que sólo haría hoy por ti. Esta canción aparecerá próximamente en mi otro blog. Te ofrezco el preestreno:

Viniste a mí
como poesía en la canción.
Mostrándome un nuevo mundo de pasión,
amándome sin egoísmo y sin razón.

Más sin saber que era el amor
yo protegí mi corazón.
El sol se fue
Y yo cantando tu canción.

La soledad se adueña de toda emoción.
Perdóname si el miedo robó mi ilusión.

Viniste a mí,
No supe amar
Y sólo queda esta canción.

Título: La soledad
Autor: Pepe Raphael
Versión: Pink martini sympathique

En ello nadie te puede marcar el camino, así que sobran los cometarios. Lo que hagas hará que te arrepientas. En estas cosas solemos arrepentirnos de la decisión tomada; sea cual sea. Tan sólo sé fiel a ti misma. Si en el test respondiste:

92.- VIRTUDES: sinceridad, inteligencia, bondad

Sé inteligente, buena con ambos y háblale. Tal vez él sea ÉL. Y si no lo es o nada le comentas, toma tu coche y conduce. Nunca vayas en contra de tu naturaleza.

La cena

La cena

Ayer tarde-noche, tumbado en la cama del hotel, pensé que sería buena idea sacarte a cenar.

Recien llegado

Recien llegado

Es domingo. 8:16 A.M. Acabo de llegar a casa. Nada cansado. Cansada debe de estar ella, M*. Su habitación aún debe de tener mi esencia.
Fui a recogerla, como siempre a las 4:30 A.M. al garito donde pone copas. Aún quedaba algún pijo que baboseaba mirándole las piernas mientras que música electrónica machaquea el ambiente. Su mini de hoy era muy mini.
Pobre chaval, ni se imagina lo que a ella le gusta... Lo que a mí me gusta.

El sábado

El sábado

Tras dejármelas el sábado preguntándose quien coños era Lucía, me fui a por M*. Ya eran cerca de las cuatro y media, y debería estar acabando de trabajar. Nunca me gustó su pub, pero ella sí. No es Lucía, pero es tan puta conmigo, tan viciosa, follamos tan bien juntos que todo vale.
Y es que nada más subir al coche ya me estaba sacando la polla y chupándomela. La veía con ganas. Yo iba con ganas.
La verdad, no sé por qué no la llamo con mayor frecuencia...